Pasión por saber y contar

Nada más genuino que la posibilidad de expresarse. Nada más natural que el uso de la palabra para contarle al mundo que nos pasa. Aquellos que vivimos de la comunicación y nos valemos de ella para enriquecernos intelectualmente, necesitamos muchas veces frenar los hechos para analizarlos. Esa es la apuesta de este espacio, aunque referirse a fútbol sea trillado o banal, a veces sirve como pretexto para encontrar otra cosa quizás más profunda.El desafío es hacerlo entre todos. En un ida y vuelta que permita detenerse un segundo a pensar intentando un cambio de frente para sentirnos más completos.

domingo, 30 de junio de 2013

La Furia Amarilla

De repente Brasil desnudo a España. La dejo sola, frágil, vulnerable, casi humana. Humilló futbolísticamente a la generación más importante del fútbol hispano en noventa minutos y en el emblemático Estadio Maracaná de Río de Janeiro. La escuadra de Felipe Scolari recuperó cuerpo, solidez, también intensidad  y aquella rebeldía aportada por el desparpajo de un Neymar incontrolable. No son pocos argumentos para ilusionarse con lo que vendrá dentro de exactamente un año. La Copa de Confederaciones, reprochada por una parte importante de la sociedad, sirvió como la poción mágica que modificó el ecepticismo en ilusión, el desencanto en esperanza, ese fútbol siempre reparador para el hombre común.
Una final es un mundo aparte. El evidente cruce de favoritos suponía un encuentro mucho má parejo, cada uno con un estilo bien definido, pugnando por imponerse y quedarse con la gloria. Sin embargo, los anfitriones jamás le dieron chance a su rival. El ambiente, ese monstruo que condiciona para bien o para mal, actuó como un combustible más para ese grupo de futbolistas vestidos de amarillo quienes saltaron al césped con la enérgica convicción de ahogar, apretar y desactivar al mejor de todos. Un golpe de efecto con la velocidad de un rayo los puso por encima en el marcador casi desde el vestuario. Ese gol de Fred, puñal para la defensa española, potenció el contexto de un partido desigual. Mientras los especialistas Luiz Gustavo y Paulinho se encargaban de la dupla Xavi-Iniesta, Neymar trastornaba al pobre Arbeloa, víctima predilecta del nuevo crack del Barcelona. Su torneo ha sido intachable, los críticos tuvieron que cerrar la boca y los fanáticos se frotaron las manos por tener razón. En todo caso, como le sucedió a Messi, el ex-Santos necesitó de un rendimiento como este en la selección  para confirmar su ingreso al paraíso de los elegidos. Y la varita volvió a tocarlo: corrida fugaz, descarga con Oscar, lectura de la posición y el espacio, zurdazo imposible para Casillas. El balón arriba, al cielo del arco, el cielo que acaba de tocar con sus manos para no dejar  margen alguno de su valía.
Después el segundo de Fred para aniquilar. Pegar en los momentos justos fue clave para serenar la cabeza, revolucionar el espíritu y caminar sin sobresaltos hacia la consagración.
España no reaccionó. El equipo fue forzado a un escenario antinatural para el fútbol que pregona. La tenencia fue baja, la recuperación nula y el desequilibrio escaso. Pocas veces se vio al conjunto de Del Bosque tan sometido y sin posibilidades. Sin negociar el estilo, quedó arrodillado ante su oponente, sin respuestas frente a la energía del mediocampo local. Ni el ingreso de Navas ( fue clave ante Italia) alteró la realidad. Tampoco la aparición de Villa por el apático Niño Torres. El Campeón del Mundo vencido desde lo futbolístico y desde estado de ánimo cayó sin atenuantes: tres goles en contra, un penal desperdiciado y la expulsión de un referente. Una afrenta para el espíritu competitivo de un grupo de hombres que buscarán revancha inmediata para poder limpiar la imagen dejada en el respetadísimo Maracaná,  aunque convengamos que ya han demostrado demasiado como para sugerir el final de una Era.
Por último, una referencia para Felipao. Su equipo no se parece en nada a los que derrochaban juego. Ni por asomo, esta versión se condice con el pasado glorioso del fútbol- espectáculo tan respetado y admirado por todos. Sin embargo, le dio identidad, estilo propio, un estilo rocoso, agresivo y por momentos cercano al golpe sistemático. Puede que estas sean hoy virtudes y mañana defectos según los resultados obtenidos pero ya todos conocemos a que juega Brasil. Ademas, tuvo la virtud de un entrenador de experiencia:le entregó las llaves del seleccionado a Neymar, lo elevó al status de referente ( le dio la camiseta número 10) y no le colocó en el camino a ningún nombre pesado que pueda ensombrecerlo. Lo transformó en el conductor de la Furia Amarilla para decirle al planeta fútbol que Brasil había regresado para quedarse. En un año veremos si tenía razón.