Pasión por saber y contar

Nada más genuino que la posibilidad de expresarse. Nada más natural que el uso de la palabra para contarle al mundo que nos pasa. Aquellos que vivimos de la comunicación y nos valemos de ella para enriquecernos intelectualmente, necesitamos muchas veces frenar los hechos para analizarlos. Esa es la apuesta de este espacio, aunque referirse a fútbol sea trillado o banal, a veces sirve como pretexto para encontrar otra cosa quizás más profunda.El desafío es hacerlo entre todos. En un ida y vuelta que permita detenerse un segundo a pensar intentando un cambio de frente para sentirnos más completos.

martes, 23 de junio de 2015

Lucas Biglia, una pieza imprescindible



Una tarde de domingo en la cancha de Lanús, el sol golpeaba el césped con una majestuosidad sorprendente. El almanaque transitaba por el mes de junio más cerca del invierno que de un otoño que luchaba por quedarse. Era temprano y las reservas del Granate y Argentinos Juniors se disponían a comenzar un segundo tiempo de resultado ajustado. En la boca del túnel, Hugo Tocalli, por aquel entonces asistente táctico de José Pekerman en los seleccionados juveniles, observaba con atención los desplazamientos de los futbolistas, en especial de un rubio diestro, fino, generoso en los relevos y preciso a la hora de entregar el balón. Me acerque a saludarlo. Cordial como siempre devolvió mi saludo sin quitar la mirada al juego y, como encandilado por el panorama, me dijo con tono firme “mirá bien a ese jugador, es el futuro número cinco de la selección por muchos años”. Tamaña afirmación surgida, de un formador, no admitía ningún cuestionamiento  Fue la primera vez que vi jugar a Lucas Biglia.
Campeón sudamericano sub 17 en 2003 y del mundo sub 20 en 2005 (con Messi y Agüero) confirmaron los presagios del agudo observador, aunque su llegada al seleccionado superior se demoró más de la cuenta. Recién Sergio Batista en 2011 lo rescató desde la invisible Liga Belga para convertirlo en una pieza importante de aquel equipo que pretendió emular al Barcelona y cayó estrepitosamente en la Copa América local. Más tarde, ya consolidado en la Lazio, repitió citación con Alejandro Sabella en Brasil 2014 y otra vez Gerardo Martino confió en su talento para la vigente cita continental de Chile.
Hoy Biglia se convirtió en un imprescindible para la estructura albiceleste. La arriesgada idea del entrenador requiere de su alta comprensión para maquillar o disimular defectos y la demostración de esa importancia quedó expuesta en el debut ante Paraguay, donde aún mermado físicamente, entró cerca del epílogo para aportar claridad en un momento de extrema confusión.
El silencio es un aliado de su juego. Sin balón aparece habitualmente destapado para recibirlo y, una vez, que toma contacto con él, la distribución es criteriosa y depurada. El valor del primer pase para un equipo que se ordena desde la tenencia es determinante y si ese movimiento es preciso, el plan empieza su curso con base sólida. Desde esta capacidad, su trabajo cobra demasiada importancia ya que lo transforma en un socio versátil tanto para Mascherano, como para la dupla Pastore-Messi. Es la usina que alimenta al sistema, la piedra fundacional para desplegar un plan ambicioso que requiere de un tiempo prudencial de adaptación. De allí, que Biglia ha tomado un alto protagonismo fácilmente contrastable con su perfil sosegado y prudente.
En definitiva, él sigue siendo el mismo rubio de movimientos atildados que deslumbro aquella tarde calurosa de otoño a Hugo Tocalli.

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